España es un país de juegos. De cartas, de dados, de bingo, de apuestas… y de lotería. El juego es a nuestro país lo que la picaresca es al Lazarillo. De hecho, se calcula que, estas Navidades, cada uno de nosotros gastará una media de setenta euros sólo en el sorteo por excelencia del año: el de la Lotería de Navidad.
Y como cada año cuando se acerca el sorteo de Navidad, las colas en las administraciones de lotería se hacen más y más largas, incluso con la tan manida crisis sobre nuestras carteras. Claro que no todas las colas son iguales. Porque existe un mercado de lotería por el que pelean todas las administraciones de España. Y de todas ellas, existen dos ejemplos de cómo convertir una simple administración de loterías del Estado en una marca influyente, con la rentabilidad que ello conlleva.
¿Por qué la cola es más larga en el número 31 de la Gran Vía madrileña, donde se halla Doña Manolita? ¿Qué ha llevado a La Bruixa d’Or a facturar más que la suma de todas las administraciones de lotería de Canarias? ¿Ha sido un golpe de suerte, o se ha buscado esa suerte?