Las marcas han existido siempre. De hecho, son tan antiguas como lo es la humanidad. El Imperio Romano constituía, sin duda, una gran marca. Es más, se trataba de una marca influyente. Su identidad visual y verbal (logotipo y nombre de marca), S.P.Q.R. (Senatus Populusque Romanus, en alusión a su fórmula de gobierno, “el Senado y el pueblo Romano”), fue el estandarte de una identidad, unos valores y una cultura que compartían los ciudadanos romanos, y los diferenciaba del resto del mundo.
Sin embargo, no todas las marcas logran el impacto deseado en sus audiencias, en la competencia e incluso en la sociedad. Dicho de otro modo, no es fácil construir una marca influyente, pero es posible.
Todos tenemos en mente qué marcas son influyentes y cuáles no. Pero en la estrategia de Branding, como en casi cualquier aspecto en la vida, lo importante son las preguntas: ¿Qué ha llevado a Apple a convertise en algo más que una marca? ¿Cómo es posible que un litro de Evian sea más caro que un litro de Budweiser? ¿Por qué Pepsi nunca podrá superar a Coca Cola? ¿Qué tienen en común Alaska, James Dean, Jackie Onassis, Elvis Presley o Naomi Campbell, para llevar puestas las All Star de Converse? ¿Cómo ha conseguido Barcelona situarse entre las capitales mundiales del diseño y las nuevas tendencias?
No existe un manual para crear una marca influyente. Pero sí existen ciertos elementos comunes que distinguen a las marcas influyentes de las que no lo son. En este nuevo monográfico brandero nos sumergimos en la razón de ser de la Comunicación, con mayúsculas: la influencia.